29 marzo, 2024
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Cultura

La dimensión social de la violencia cobra forma en el Evita e insiste en la potencia del testimonio

hioldi tituló a este proyecto, que se podrá ver en la fachada del Evita y de forma virtual, “Atravesadxs”.

A seis años de la multitudinaria marcha Ni Una Menos contra la violencia de género, la fotógrafa Eleonora Ghioldi presenta en el Museo Evita un proyecto documental que reúne imágenes y testimonios de familiares de víctimas de femicidio, travesticidios y transfemicidios, una investigación que hace foco en la dimensión social del problema de la violencia y escucha las voces de quienes hacen del dolor, casi siempre plagado de impunidad, una lucha colectiva por un nunca más.

¿Cómo se nombra al dolor, la injusticia, el arrebato cuando se es padre, madre, cuñada, hija o hermano? Ghioldi tituló a este proyecto, que se podrá ver en la fachada del Evita y de forma virtual, “Atravesadxs”, un nombre que incluye y al mismo tiempo se vuelve incapaz de ser pronunciado. “Las violencias atraviesan y esa incomodidad de nombrar la palabra también hace referencia a la incomodidad de nombrar los feminicidios, travesticidios y transfemicidios”, dice a Télam.

Con más de veinte fotografías a modo de retratos y dípticos que amplían el foco y de testimonios escritos y sonoros, la muestra combina dos modalidades: por un lado, en la fachada del museo se exhiben retratos de gran tamaño que llevan inscriptos un código QR para acceder a las historias y la palabra de los familiares; por el otro, una versión virtual que reúne todo ese material y se puede ver a través de la página del museo  hasta el próximo 3 de julio.

La exposición se inaugura un día bisagra para nuestro país: el 3 de junio, la fecha que desde 2015 se convirtió en bandera cuando miles de personas se movilizaron en plazas de toda la Argentina frente a la naturalización de las violencias contra niñas, mujeres y disidencias, luego de una escalada de femicidios, entre ellos el de la adolescente Chiara Páez, asesinada por su novio de 16 años.

La exposición se inaugura un día bisagra para nuestro país: el 3 de junio, la fecha que desde 2015 se convirtió en bandera cuando miles de personas se movilizaron en plazas de toda la Argentina.

La exposición se inaugura un día bisagra para nuestro país: el 3 de junio, la fecha que desde 2015 se convirtió en bandera cuando miles de personas se movilizaron en plazas de toda la Argentina.

El padre de Chiara, Fabio Páez, es uno de los familiares que aparece en este proyecto dando testimonio, junto a una fotografía en la que sus ojos asoman sobre un barbijo que lleva escrito a pulso de mano la consigna Ni una menos: “Siempre me preguntan qué significado tiene el 3 de junio y realmente tiene un significado muy importante. Me preguntan qué siento, yo creo que algo raro…una mezcla de dolor, tristeza y también orgullo porque, a pesar de haber perdido a mi hija, es algo que originó un cambio muy importante en la mentalidad de la gente”.

Así como Fabio Páez están también los testimonios de Say Sacayán, el hermano de la dirigente trans Diana Sacayán; la mamá de Candela Sol Rodríguez, la niña de 11 años asesinada en 2011; el de Gustavo Melmann, padre de Natalia Melmann, secuestrada, torturada y asesinada por un grupo de policías en 2001; o el de Adriana Cufré, la hija de Paula Meléndez, la mujer de 88 años que fue atacada sexualmente y murió por las heridas meses después.

Detrás de cámara y al frente de esta investigación está la fotógrafa y artista visual Eleonora Ghioldi, que hace tiempo viene reflexionando sobre esta problemática. Hace más de ocho años empezó a trabajar en el proyecto “Guerreras” -también exhibido en el Evita-, donde aborda a través de imágenes y testimonios prácticas violentas como el abuso sexual, la esterilización forzada, los femicidios y su relación con la desigualdad social y de género.

A partir de ese abanico de violencias que le reveló “Guerreras”, la artista, que vivió largo tiempo en el exterior y desde 2018 se instaló nuevamente en el país, empezó a indagar en la violencia máxima que es el asesinato, la decisión de terminar con la vida de una persona de forma brutal. Para profundizar en esa exploración, viajó a la mexicana Ciudad Juárez donde entrevistó a las madres víctimas de femicidios.

De regreso a la Argentina, conoció a Gustavo Melmann y de a poco fue conociendo a otros familiares. Sin acercarse a ninguna organización en particular y con el boca en boca, porque “todos están conectados, como una red”, fue llegando a distintas historias, experiencias y recorridos. Con las entrevistas, identifico un eje nodal: “El feminicidio no es el punto de llegada de las violencias. La mayoría de las personas que dejan testimonio hablan de una violencia que continúa”.

Si a priori imaginaba que “el feminicidio era el último eslabón de la cadena de violencias”, después de entrevistar a las familias, conocerlas, fotografiarlas, grabarlas, comprendió que “las familias siguen sufriendo violencias desde otros lugares”: al dolor de la pérdida y de la violencia, se le suman las trabas que impone el sistema judicial, los mecanismos que fallan, la falta de prevención, el odio generalizado.

“La violencia tiene una misma base: es totalmente sistemática e institucional. Lo que ‘muches de les entrevistades’ dicen es que el sistema de Justicia es muy difícil de navegar y que sufren muchas violencias”, advierte.

“No solo el sistema de Justicia, también a través de la prensa muchas familias sufren violencias porque las víctimas son revictimizadas. Y en esa trama cuentan otras violencias de clase, violencias raciales, que están totalmente naturalizadas y se arma un nudo muy difícil de desarmar”

Eleonora Ghioldi

Hablar en primera persona: la potencia del testimonio

Para la fotógrafa, el testimonio en primera persona es una herramienta fundamental para "que sean ellas y ellos quienes dejen el testimonio.

Para la fotógrafa, el testimonio en primera persona es una herramienta fundamental para “que sean ellas y ellos quienes dejen el testimonio.

“Mi nombre es Adriana Cufré. Soy la hija de Paula Meléndez. Paula Meléndez tenía 88 años cuando sufrió un ataque sexual en plena calle cuando salía a comprar a la vuelta de mi casa en Ingeniero Maschwitz, el 7 de febrero de 2016 a las 9 de la mañana. Es una prueba fehaciente de que a las mujeres no nos violan y nos matan por cómo salimos vestidas, ni porque somos lindas, ni porque tenemos un escote o un trasero”.

Las palabras de Adriana Cufré, que acompañan el recorrido de esta exposición, son contundentes: echan por tierra los intentos de culpabilizar a la víctima y muestran la verdadera cara del problema, ese carácter sistemático e institucionalizado de la violencia, como dice Ghioldi.

“Los testimonios tratan de tener diferentes miradas del problema”, explica la fotógrafa sobre estos relatos y las historias que recuperan, incapaces de dejar a quien las conozca indiferentes ante la problemática.

Néstor “Yuyo”, el papá de Micaela García, cuenta por qué es fundamental que los poderes del Estado tengan una mirada con perspectiva de género, como propone la Ley Micaela en nombre de su hija. Marcela Morera, la mamá de Julieta Mena, asesinada por su novio, le habla a las mujeres en situaciones de violencia para que pidan ayuda y resignifica su dolor ayudándolas. Laura Moreira, hermana de Cynthia Moreira, víctima de transfemicidio, denuncia la lentitud del sistema judicial en Tucumán y la discriminación: “El dolor lo vamos a llevar siempre, pero por lo menos queremos que se haga justicia”, demanda.

En opinión de la fotógrafa, “estos testimonios hablan de un momento triste y trágico pero también hablan mucho de la forma de organización para continuar con la lucha” porque “en general estas familias se agrupan: se ayudan, se pasan información, se acompañan para navegar el sistema de Justicia”.

“Todo eso -argumenta Ghioldi- es una organización de base que no tiene nada que ver con el Estado sino con una red que ‘elles’ generan. Cuando pensás el tema del femicidio, estas personas están continuamente revictimizadas, a mi me interesaba sacarlas de ese lugar”.

"El mensaje escrito es muy diferente al oral. En general, en el escrito dejan un mensaje a otros que vivieron algo similar, mientras el oral tiene un tono más de denuncia", reflexiona la fotógrafa.

“El mensaje escrito es muy diferente al oral. En general, en el escrito dejan un mensaje a otros que vivieron algo similar, mientras el oral tiene un tono más de denuncia”, reflexiona la fotógrafa.

Para la fotógrafa, el testimonio en primera persona es una herramienta fundamental para “que sean ellas y ellos quienes dejen el testimonio; un espacio para que puedan contar desde su lugar lo que viven”.

Y en ese sentido no todo es lo mismo, las formas de decir, con sus matices y sus interlocutores, son también formas de interpelar. Y la forma de mirar y ser mirado, la gestualidad, la disposición del cuerpo, es también una enunciación de sentido.

Como diferencia Ghioldi, “el testimonio escrito es muy diferente al oral. En general, en el escrito dejan un mensaje a otros que vivieron algo similar, mientras el oral tiene un tono más de denuncia. Si solo era la foto, el testimonio oral o el escrito me quedaba corta y por eso tuve la intención de mostrarlos todos juntos, para reponer la experiencia que tuve y mostrar todo el panorama”.

En un país que el año pasado registró 251 víctimas de femicidios, travesticidio y transfemicidio, según datos de la Corte Suprema de Justicia y que, de acuerdo a La Casa del Encuentro, desde el 3 de junio de 2015 al 2 de junio de 2021 contabilizó 1733 femicidios y transfemicidios, las “reflexiones no son individuales sino colectivas -dice Ghioldi-, las reflexiones las producen ‘todes juntes’ cuando hablamos del tema y con el trabajo de todas las organizaciones, porque hay gente que lucha día a día para que esto se termine”.

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Créditos

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